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Características
Tamaño y forma: La alcachofa es una planta perenne que puede alcanzar entre 1 y 2 metros de altura. Su flor comestible está formada por una inflorescencia en forma de capullo, que es lo que consumimos. La cabeza de la alcachofa está rodeada de hojas gruesas y espinosas que protegen las partes comestibles. El capullo de la flor está compuesto por una capa de brácteas (hojas exteriores) que forman una especie de «cáscara» dura, y en su interior se encuentra el corazón de la alcachofa, que es la parte más apreciada.
Color: El exterior de la alcachofa es de color verde, que puede variar entre un tono más claro y más oscuro. Algunas variedades tienen un tinte morado o azuloso en las puntas de las brácteas. El interior, que corresponde al corazón, es de color amarillo pálido o blanco.
Sabor: El sabor de la alcachofa es ligeramente amargo y terroso, con un toque sutilmente dulce en su corazón. Su sabor es delicado pero profundo, lo que la convierte en una excelente base para una variedad de platos. Al cocinarla, su sabor se suaviza y se vuelve más cremoso.
Textura: La textura de la alcachofa varía según la parte que se coma. Las brácteas exteriores son fibrosas y duraderas, mientras que el corazón es tierno, suave y jugoso. La base de las hojas (la parte que se raspa con los dientes) tiene una textura fibrosa pero sabrosa, mientras que el corazón es más delicado y suave, lo que lo hace ideal para platos más refinados.
Aroma: El aroma de la alcachofa es herbáceo y terroso, especialmente cuando se cocina. Algunas personas también describen el olor como un tanto sutilmente dulce.
Conservación
Las alcachofas frescas deben guardarse en el refrigerador. Se recomienda envolverlas en una toalla de papel húmeda y colocarlas en una bolsa perforada para mantenerlas frescas. Pueden durar entre 2 y 4 días en la nevera.